El Escorial, el pueblo a la sombra de un monasterio
Felipe II decide fundar un monasterio dedicado a honrar la memoria del santo en agradecimiento por su intervención en la batalla de San Quintín en 1557. Otros de los motivos por los que el monarca levantó este monasterio fue para erigir un monumento funerario donde reposaran los restos de sus antepasados y los suyos propios, satisfaciendo así el deseo de su padre que no quería ser enterrado en la capilla real de Granda.
Se pensó en el sitio más idóneo para la construcción del mismo que tuviera próxima la capital y que gozara de materia prima necesaria para las obras que no fuera costosa, además de la existencia de agua, imprescindible para el normal desarrollo de la comunidad. Primeramente, se pensó en Guisando, después en Aranjuez, hasta que finalmente, con la ayuda de una comisión de filósofos, arquitectos y canteros experimentados en el arte de edificar, optaron por Blasco Sancho, un paraje próximo al poblado del Escorial. Por aquellas fechas este municipio era uno de los lugares de la tierra de Segovia perteneciente a la diócesis de Toledo. El uno de mayo de 1586 se separa del arzobispado de Toledo, y posteriormente, Felipe II segrega el Escorial de la jurisdicción de Segovia, otorgándole el título de villa.
El proyecto real no se limitaba únicamente a la construcción de una serie de edificios, sino, además, a la ordenación del territorio. Su plan contemplaba la construcción de edificios y jardines, rodeados de un importante coto de caza, a lo que hay que añadir un vasto programa de obras de ingeniería, como puentes, caminos, canales, acequias, etc. Todo ello integrado en una naturaleza racionalizada, cuidada y protegida; con este propósito se creó la junta de obras y bosques cuya misión principal era velar por la conservación de la naturaleza.
Como consecuencia de este enorme proyecto, llegan al Escorial una serie de arquitectos, ingenieros y jardineros que levantan palacios, puentes, trazan caminos y canales que aseguran el abastecimiento de agua a la corte.
En cuanto a la villa de El Escorial, las memorias manuscritas de Fray Juan de San Jerónimo y Fray José de Sigüenza, dan una visión muy pobre y miserable del poblado. El Escorial era una pobre aldea ganadera de la trasierra segoviana, no obstante, estoy autores exageraron la realidad. Cierto es que no había elegancia, pero si es cierto que las edificaciones eran rudas y toscamente trabajadas. En cuanto a la población, la realización de tal importante obra requería el apoyo de un núcleo de población; en el primer tercio del siglo XVI la aldea experimenta un extraordinario desarrollo geográfico pasando de los 180 a los 342 habitantes. En abril de 1562 comenzaron a llegar maestros operarios de todos los oficios, sin embargo, Felipe II prohibió que se avecindaran en el pueblo los trabajadores del monasterio, con el fin de salvaguardar la tranquilidad del sitio. La consecuencia a esto fue que la población descendió. Además, con la epidemia de gripe de 1580 que azotó considerablemente a la villa, hubo entre 8 y 9 enterramientos diarios. En el primer tercio del siglo XVII el número de vecinos censados,76, no había experimentado crecimiento alguno, más bien al contrario, esto se debió a la prohibición expresa de Felipe II de avecindar en la villa a los obreros o cualquier otra persona llegada con la finalidad que fuere. La población real, en cambio, experimentó un notable crecimiento debido a las obras del monasterio y el establecimiento de la Corte en el real Sitio por largar temporadas.
Hasta el inicio de las obras del monasterio, los vecinos de la aldea ejercían mayoritariamente ocupaciones como la agricultura y la ganadería, junto con un escaso comercio de subsistencia. No obstante, la llegada de Felipe II genera un cambio sustancial en la economía; la agricultura se ve aún más reducida por la reducción de tierras disponibles para los campesinos. La ganadería seguía siendo la principal fuente de ingresos, destacando la vacuna. Pero el cambio más drástico fue el comercio, pues este aumentó considerablemente, lo que favoreció la llegada de comerciantes de todas partes. La industria era prácticamente inexistente, se reducía a algunos molinos harineros propiedad de los vecinos.
En cuanto al desarrollo urbanístico, es importante mencionar la cerca realizada en torno al núcleo por el Concejo, como medida de prevención contra el contagio de la peste que se había desencadenado en el verano de 1598; la villa se cercó con una pared de piedra seca que continuó en pie hasta finales del siglo XIX. De las distintas construcciones levantadas en la villa durante el siglo XVI pocas han llegado a nuestros días, sobresaliendo la iglesia parroquial de San Bernabé.
Si nos transportamos al siglo XVIII, El Escorial era una villa realenga comprendida en la intendencia de Segovia. A mediados de la centuria el número de vecinos censados experimentó un ligero ascenso, llegando a los 91 habitantes, incluyendo 16 residentes y 6 viudas pobres de solemnidad, todos vivían en el casco, en 127 casa habitables.
La economía giraba fundamentalmente en torno al sector terciario, potenciado sobre todo en tiempo de Carlos III al fijar el real Sitio como residencia de otoño de la Corte. La agricultura no constituía una fuente primordial de trabajo y la industria quedaba reducida a un único molino situado en el río Aulencia; además, durante el reinado de Carlos III se inició un programa de mejoras en las obras públicas.
De esta manera, vemos que El Escorial ha sido un continuo subir y bajar en aspectos económicos y poblacionales. A pesar de su historia, siempre será la aldea escondida bajo la sombra del monasterio de San Lorenzo del Escorial, pues gracias a este, consiguió la fama por la que se conoce a nivel internacional.
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