El Escorial, una moda pasajera para la monarquía

 A lo largo del siglo XVII El Escorial ha sido testigo de distintos acontecimientos relacionados con la corona y la corte. Llegado al trono Felipe IV, este no mostró gran interés ni por la villa ni por el real Sitio, por lo que la Corte dejó de acudir, limitándose a confirmar los derechos otorgados por sus antecesores y a eximir a la villa del pago de los derechos que la ciudad de Segovia pretendía recabar. Durante este reinado tuvo el monasterio que enfrentarse al intento por parte del Conde Duque de Olivares, de sustraer en su propio provecho una de sus mejores dehesas, la de Campillo, teniendo lugar un largo pleito sostenido entre el prior del monasterio y el válido; tras el que por meditación del monarca se consiguió evitar que la segregación de dicha heredad se llevara a efecto. El reinado de Felipe IV impone un notable retroceso, tanto en la población como en la riqueza de la villa; primero por la finalización de las obras del Panteón Real, y sobre todo por el cese de las estancias de la corte en el real Sitio, lo que ocasiona la pérdida de la principal fuente de ingresos de la villa.  

Otro acontecimiento relevante fue la traslación de los restos de los reyes al panteón que Felipe III había comenzado a construir en el monasterio, cuyas obras fueron interrumpidas tras la muerte del monarca, reanudándose en 1645 según las trazas de Alonso Carbonell.  

La subida al trono de Carlos II sin duda supone un periodo de apogeo para El Escorial. El gran incendio que tuvo lugar en 1671 estuvo a punto de reducir a cenizas el monasterio, esto tuvo como consecuencia el aumento de los obreros que acudían a reparar los daños causados por el siniestro, lo que a su vez dio nueva vida a la villa en donde volvieron a alojarse; además, desde el otoño de 1676, el rey nuevamente pasa temporadas en el real Sitio, trayendo consigo un nuevo resurgir del lugar. El afecto que este monarca sentía por San Lorenzo y que conservó hasta el fin de sus días, se refleja en las numerosas donaciones y mejoras llevadas a cabo durante su reinado. 

Carlos III, el primer Borbón, también volvió a interesarse por el Escorial, pues llevado por su afición a la caza, reinició el traslado de la corte, tras el abandono de Felipe IV, al real Sitio durante largas jornadas en las que la villa volvió a alcanzar el esplendor que había perdido. La aglomeración de gente que llegaba a la villa hizo insuficientes los pocos alojamientos dignos que los vecinos podían ofrecer, comenzando por tanto a levantarse un gran número de barracas y chozas provisionales de madera, lienzo o estelas que daban animación al poblado. Nuevamente comienza a reavivarse la villa con nuevos obreros, la construcción de nuevas viviendas y la reparación de otras; ahora bien, este nuevo resurgir no fue duradero, pues en donde se empieza a construir febrilmente es en el real Sitio, lo que lógicamente perjudica al municipio escurialense. 

Además de la repercusión de estos monarcas, hay que hablar de dos hechos históricos que afectaron a la villa, el primero fue la revuelta de los comuneros en 1521, en donde la villa del Escorial participó junto con sus pueblos vecinos en la toma de las fortalezas del Conde de Chinchón, en Odón. La revuelta se solventó con el pago de 40.000 maravedíes que el concejo distribuyó entre sus habitantes con arreglo al patrimonio familiar de los mismos.  
El segundo hecho histórico tiene lugar en la guerra de Sucesión, donde destacan los partidarios de Felipe V de Anjou, y el archiduque Carlos de Austria. esto tuvo lugar en 1706, cuando el marqués de las Minas, partidario del archiduque, fijó su cuartel general en las dehesas de Campillo y Monesterio, viéndose la villa invadida por los principales jefes del ejército austriaco y sus avanzadas, quienes después de apostar centinelas en los puntos más estratégicos subieron hasta el monasterio retirándose sin causarle ningún daño. resuelto el conflicto a favor de Felipe de Anjou, comenzó su reinado con la reanudación de las estancias de la corte en el Real Sitio, hasta que, al parecer, enfermo de tercianas, decidió recuperar su salud en una granja cercana a Segovia, (conocida hoy como la Granja de San Idelfonso), donde comenzó a levantar allí un nuevo Palacio al que desde entonces dedicó todos sus cuidados, pasando a ser un lugar predilecto de reposo, quedando El Escorial en un segundo plano. Además, su hijo Fernando VI apenas pisó tampoco El Escorial, no queriendo siquiera que su cuerpo y el de la reina reposarán en el panteón real. 



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